Quien haya escuchado últimamente en vivo al dúo Baglietto-Vitale habrá podido apreciar la intensa química y la sintonía expresiva que se establece entre la voz de Juan y el piano de Lito.

Una combinación que en vivo y en directo se entrega sin retaceos a encontrar la temperatura emotiva justa para cada versión y cada canción. Una búsqueda feliz en su trámite y tantas veces en su resultado. Una fórmula que, de cuerpo presente, transmite al oyente la sensible vibración conjunta que la dupla conquista en el momento. Y que se hace fuerte sobre todo en aquellos temas que reclaman precisamente potencia, vitalidad, nervio.

Parafraseando al poeta uruguayo, en un escenario y codo a codo, Baglietto y Vitale son mucho más que dos. Por lo tanto, era legítimo esperar un reflejo fiel de esa comunión escénica en este nuevo disco de la dupla. En efecto, esa actitud, honestidad, generosidad y entrega animan Postales del alma del primero al último tema. Pasando por el mismísimo librito interior, que no se limita a la ficha técnica, sino que aporta la letra y una breve reseña histórica de la génesis y circunstancia de cada tema. Haciendo gala de un criterio selectivo que apunta a reivindicar lo más sabroso del cancionero local, el repertorio se nutre de clásicos como, entre otros, El mensú, Canción del jangadero, Zamba de Lozano, Cambalache, Lejana tierra mía, El choclo o La última curda. O sea, una galería donde se exponen obras de Gardel, Discépolo, Leguizamón, Castilla, Dames o Jaime Dávalos, y a la que se añade el trío autoral Vitale-González-Abonizio con un tema, Postales del alma, a la altura de las circunstancias. aglietto pone todo el voltaje que su sano sentir le dicta a cada palabra y verso, eludiendo excesos y clichés.

Por su parte, Vitale se saca el gusto de cantar coros y tocar piano, guitarras de todo tipo, bajo eléctrico, acordeón, teclados varios, percusión y hasta la flauta dulce. Este engolosinamiento instrumental -favorecido por el talento y la facilidad de Lito, que circula por su estudio como Pancho por su casa- encuentra un límite natural en los conciertos. Pero en este disco permite por momentos que aquella fuerza del dúo en vivo se deslice hacia la ampulosidad, y aquella fresca vivacidad se trueque por un énfasis más aséptico.

El uso tan abundante de glissandi en el piano (viajes relámpago de la mano por el teclado) y de platillos y platillazos estrechan el marco estilístico y hasta causan cierta saturación y distorsión sonora, como sucede, por ejemplo, en el primer tema. Es cierto que Baglietto y Vitale, cantante y arreglador, desconocen y escapan a la ortodoxia del tango y el folclore, y eso sólo puede molestar a quienes prefieren la repetición y se cierran ante la novedad. Porque más allá de los resultados, hay riesgos que siempre valdrán la pena.

Como invitado, Lucho González suma la creatividad sabia y madura de quien puede volar con independencia sin desconocer ni dejarse atrapar por las raíces.

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