Sonidos cibernéticos para Baglietto y Vitale
Conciertos del tecladista Lito Vitale junto al cantante Juan Carlos Baglietto. Presentación de "No olvides". Operador de sonido:Vitale. Reamplificación: Teddy Goldman. Equipo de luces: Baglietto. Coordinación: Donvi. Producción ejecutiva: Darío Arellano. En el teatro Opera. Nuestra opinión: bueno.


A los ingleses puede no gustarles la música, pero les encanta absolutamente el ruido que hace. Lo aseguraba el eminente director de orquesta inglés sir Thomas Beecham. Y como los ingleses saben hacerlo muy bien, la afición -la moda, otra vez- cundió por el mundo entero. Esto significa que no existe, prácticamente, concierto de música popular en la que el ruido no sea el elemento aglutinante de los oídos más intrépidos.

En el caso de Lito Vitale se produce una variante respecto de lo que señalaba Beecham. Lito no busca ni el ruido ni el estrépito. Ni rayos ni truenos. Sólo nubes. Nubes cargadas y plomizas que se ciernen sobre todo espacio, sobre el más mínimo rincón. Su afición es la cibernética; la mezcla infinitesimal de sonidos, que generalmente derivan en aquellos más cercanos al clavicordio, a la celesta, al vibráfono, a la marimba. Sonidos que, dicho sea de paso, son, individualmente, muy gratos al oído refinado. Sonidos que, mezclados con otras resonancias, resultan ser fruto de la máquina. Sonidos cibernéticos lo más lejos posible de lo acústico, que desecha toda colaboración de la electricidad y de la electrónica.

Por esta razón, es lógico que Lito Vitale instale junto al piano una enorme consola, similar a la de los estudios de grabación, y que desde allí comande todo el sonido, el suyo y el del cantante, constituyéndose en el sonidista de su propio concierto. La idea es demostrar las posibilidades -¿técnicas o creativas?- de esta procesadora de sonidos, de esta mezcladora de efectos y de voces, como un elemento típico de su propuesta musical; como un juego de creación y ensamble de timbres y sonoridades. De allí que al sonidista de la sala no le quede otra función que manejar el volumen.

A Vitale parece tenerle sin cuidado el resultado: el índice de reverberación en la sala y el riesgo de la no transparencia necesaria para percibir cada nota y cada acorde de los teclados y cada palabra del cantante. La percepción estética de la música reducida al sonido por el sonido mismo.

La contrapartida

Parecerá paradójico, pero existe una contracara de esta estética. Y es que, con Vitale solo, y también con Baglietto, uno puede estar seguro de que va a escuchar buen repertorio. Cada cual por su lado ha sabido elegir siempre buena música. Sobre todo, de inspirados compositores argentinos de todos los géneros, y en especial folklore y música ciudadana.

La sola elección de la antológica "Tonada del viejo amor", de Jaime Dávalos y Eduardo Falú, es una prueba del apetecido nivel. Pero que además el público sepa corear el estribillo: "Qué herida la de tu boca/qué lastima sin dolor./No tengo miedo al invierno/con tu recuerdo lleno de sol", es todo un milagro en nuestros días de computadora y zapping.

Lito sabe -ya lo demostró con don Eduardo Falú- elegir las armonías, los comentarios, los contracantos y los adornos para cada partitura. Su capacidad mimética es proverbial. Lo que sucede es que el sonido que tiende hacia los mismos timbres reverberantes opaca y adocena los climas que pide cada canción. Ya desde lo rítmico todo parece convertirse en una sola masa sonora informe, y así se pierde el perfil de cada género, sobre todo de la música de tierra adentro y del tango.

Por su parte, Baglietto, fiel a su estilo, se contorsiona todo entero y gesticula a piacere. Quizá le es extraña la observación de Jean Giraudoux: "Basta cantar un canto de paz con muecas y gesticulación para que se convierta en canto de guerra". Baglietto es incorregible. Pero vale reconocerle una virtud entre tanta exhibición hiperkinética y espasmódica: el respeto por las melodías y una clara dicción. Uno lo advierte ya al comienzo en el tango "Los mareados", luego en la "Zamba de Lozano", más allá en la versión apocalíptica del tango-milonga "El choclo", después en los tangos "Nada" y "Pasional" y, finalmente, en la "Tonada del viejo amor".

Vitale y Baglietto no han olvidado bellísimos tangos actuales como "Postales del alma", ni asuntos testimoniales como "Dios y el diablo en el taller", del inspirado Abonizio, o las canciones "Mienten", de Roque Narvaja, y "En este barrio", de Mezo Bigarrena.

Lito exhuma una vez más, aunque sin el despliegue habitual, su clásico "Ese amigo del alma", que da cuenta de su prolífica inventiva y de su condición de músico talentoso.

Vitale y Baglietto lo son. Ambos cultivan el estilo extravertido, pero al fin de cuentas logran escapar de los lugares comunes de la música popular.

<<<