Recital de Lito Vitale (piano, teclados y coros) y Juan Carlos Baglietto (voz, guitarra y percusión). La Trastienda, Balcarce 460. Nueva función: sábado 11 de julio, a las 23.30.

Nuestra opinión: muy bueno

Un piano y una voz pueden conseguir el pequeño milagro de transformar el paso del tiempo en una anécdota, en una simple circunstancia del devenir y convertir clásicos -propio y ajenos- en materia nueva, vital y sorpresiva.

Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto volvieron a fundar esa sociedad que supo dejar un disco, "Postales de este lado del mundo", donde se abrieron de sus respectivos trazos definidos para saberse y encontrarse folklóricos y tangueros. Fue en La Trastienda, que desbordaba de público. Algo difícil para estos tiempos. Propiciando un postergado encuentro entre sus seguidores. Mucha camaradería en las mesas. Embanderados detrás de una misma consigna musical.

Los dos músicos se volvieron a juntar convocando a un espíritu familiar, organizado como una reunión entre amigos, con la complicidad del público y en un clima musical camarístico. Solos con sus instrumentos. Uno, el piano y las máquinas que lo rodean. El otro, la garganta y una voz que dejó perplejo hasta a su propio compañero. No necesitaron más para convertir un simple recital en una celebración de la música y la palabra.

No hubo fórmulas misteriosas. Recuperar, si el tiempo funciona como un anestesiador, la frescura del primer día. Ponerle el cuerpo a las canciones. Así lo entienden y lo llevan adelante. Lito abalanzándose sobre el piano, una y otra vez, como si estuviera olfateando las notas. Baglietto, sacando su expresividad no solo desde su garganta, sino desde cada extremidad de su cuerpo, como si fuera una caja de resonancia más.

La canción es la misma

El repertorio fue jugoso, sin novedades, salvo la inclusión de "Zamba del angel", de Ariel Petrocelli y Hugo Díaz, y giró alrededor de lo hecho por Baglietto en su papel de líder espiritual de la trova rosarina. Aunque Vitale se sumó como un compositor más, para darle una impronta propia a cada canción, para comprobar esa existencia musical superlativa, que a veces parece relativizada, pero que lo instala como uno de los mejores pianistas de la música popular de los últimos años.

"Naranjo en flor" sirvió para poner en clima a los espectadores. Y así la dupla fue recorriendo distintos territorios: "Cuando", de Fandermole, el himno tanguero "Desencuentro", los manifiestos de Mezo Bigarrena, "En este barrio" y "La rosa fantasma" y el último gran "hit" de Sabina "Eclipse de mar". Hasta que Lito abrió un paréntesis y dijo: "ahora viene un descanso auditivo" y se largó con una personal versión de "Gricel", que puso de pie a la gente.

La canción en sus distintas vertientes (porteña, rosarina o universal) apareció en la voz de este Baglietto que parece rejuvenecer con sus clásicos. No habría otra manera de explicar el fervor que le puso a "El témpano" de Adrían Abonizio, que habrá interpretado en incontables ocasiones y emocionó como en la grabación de aquel tercer disco.

Cada tema, cada fraseo del rosarino -como en "Nostalgias" donde su intepretación pasa por todos los matices posibles-, cada improvisación pianística de Vitale deja el sabor de lo irrepetible. Esa sensación baja del escenario y se instala en las mesas, en la gente que se movilizó detrás de una promesa musical que no los defraudó y los sacó del derrotero cotidiano. Un pequeño milagro.

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